El pasado 10 de diciembre se cumplió un año desde la asunción de Javier Milei como presidente de Argentina.

Como definió este primer año el politólogo Andrés Malamud, “Ganó, gobernó, bajó la inflación”.

Antes de la primera vuelta de las presidenciales de 2023, nadie creía que Milei pudiera convertirse en presidente, y una vez ganó muchos ponían en duda que pudiera gobernar y ni siquiera acabar su mandato.

El libertario, en cambio, haciendo un ejercicio casi alquímico del poder, ha conseguido aprobar la mayoría de sus propuestas en materia económica y transitar estos doce meses sin mayores sobresaltos, lo que en Argentina es todo un éxito.

Milei ha cumplido lo que prometió en campaña: aplicó la motosierra al gasto público y bajó la inflación, mejorando la mayoría de los indicadores macroeconómicos. Estabilizó la economía para prepararla para crecer, objetivo 2025.

En este artículo abordamos en primer lugar la economía, desgranando los principales logros con datos objetivos que los corroboran, y analizamos en segundo lugar la gobernabilidad, que Milei ha conseguido sostener apoyándose en el capital político que le otorga el 56% de votos en la segunda vuelta y la alta aprobación de su gestión en la actualidad. A continuación, un breve repaso de la relación de Milei con el mundo, donde destaca su alineamiento con Estados Unidos, para acabar con las perspectivas de cara a 2025.

Empecemos.

La economía era la principal preocupación de los argentinos y el resultado de este primer año sorprende hasta al más optimista.

Milei hizo lo que prometió: acabó con el déficit público y la emisión monetaria, lo que ha permitido bajar la inflación mensual del 25,5% en diciembre de 2023 a un 2,4% en noviembre pasado. Si la inflación anual en todo 2023 fue de un 211%, se prevé que este 2024 sea de un 118%, con una previsión para el 2025 del 45% según el FMI.  Son números todavía altísimos, pero el cambio de tendencia invita al optimismo.

Tras una inicial devaluación del tipo de cambio oficial, el peso argentino cerrará 2024 como la moneda que más se ha revalorizado en el mundo. La explicación radica en la nula emisión monetaria antes apuntada y la bajada de la inflación, a lo que se suma la entrada de quince mil millones de dólares en la economía producto de una amnistía fiscal. Los pesos escasean, hay más dólares, y como resultado se apacigua la permanente vorágine de los argentinos por el billete verde.

El déficit fiscal, de un 5% en 2023, se ha convertido en superávit durante todos y cada uno de los meses de 2024. La motosierra ha laminado el gasto público como porcentaje del PIB, cayendo de un 44% en 2023 al 32% actual.

Esta buena marcha de los indicadores macroeconómicos ha permitido bajar el riesgo país de los 2.500 puntos de hace un año a los 700 actuales, mientras que los bonos del Estado argentino que cotizan en Nueva York se han revalorizado en torno a un 60% en dólares este año.

Cualquier argentino habría firmado estos datos en diciembre de 2023. Prácticamente nadie en el país los discute y esta es la gran baza de Milei en su primer año de gestión, que finaliza con una aprobación por encima del 50% según diversas consultoras.

En el lado negativo, no obstante, destacan la caída del salario real y, sobre todo, de las pensiones, así como el encarecimiento de los servicios públicos como consecuencia de la eliminación de los subsidios estatales. La economía caerá un 4% en 2024, pero para tanto recorte podría haber sido mucho peor.

Fuera del ámbito económico se podrían mencionar los ataques de Milei y miembros de su gobierno a periodistas y medios, a los que se suele insultar o señalar, como así también a políticos de otros partidos que no comulgan con su credo. Todo ello bastante alejado del liberalismo político y muy próximo a una cierta dialéctica trumpiana. De todas formas dejamos el análisis de estas cuestiones para otro momento, ya que bien merecen un tratamiento más profundo.

Para lograr esta estabilidad macroeconómica apuntada, Milei ha sabido conseguir una gobernabilidad política envidiable si tenemos en cuenta el escaso poder institucional de su partido, “La Libertad Avanza”, que solo cuenta con el 15% de los diputados, el 8% de los senadores y ningún gobernador.

Ante una realidad como ésta, muchos hablaban hace un año de dos posibles escenarios: una ingobernabilidad caótica que podía llevar a la parálisis del gobierno o a su caída anticipada; o una deriva autoritaria por fuera de los cauces constitucionales.

Ni una ni la otra: Milei ha sabido atraer a buena parte de la oposición dialoguista de Juntos por el Cambio (PRO, UCR y otros) para que aprueben sus reformas, y se ha apoyado también en muchos de los gobernadores, a quienes precisamente redujo drásticamente las transferencias de fondos desde el estado nacional, pero que se han avenido a negociar con él, bien por convicción, bien por necesidad.

Además, Milei ha estirado al máximo tanto el poder de veto que le confiere el sistema presidencial argentino, como el uso de los decretos de necesidad y urgencia. Al borde de la constitucionalidad, pero siempre dentro de los límites marcados.

Nos guste o no, Milei se ha demostrado como un alumno aventajado de Maquiavelo, consiguiendo estabilizar una economía a punto de explotar con un mínimo capital institucional, en un país que no es ni Dinamarca ni Suiza, sino la siempre convulsa Argentina.

¿Cómo ha podido hacerlo? Con hartazgo. El hartazgo de los argentinos y argentinas con el rumbo económico de los últimos lustros y con la clase política en general. 

Ese hartazgo ha permitido que estén soportando estoicamente la dura medicina suministrada desde el gobierno. Los sindicatos peronistas, siempre poderosos y combativos, y los movimientos sociales, también kirchneristas, parecen haber quedado fuera de juego, y la calle se ha pacificado. Menos huelgas, menos piquetes, menos contestación social, que era también una demanda de buena parte de la sociedad.

Los argentinos tienen la sensación de encontrarse frente a la última oportunidad para revertir la decadencia nacional de décadas y volver a ser el país que alguna vez fueron: ascensor social ascendente, amplia clase media y perspectivas de un futuro mejor. Y por eso no están dispuestos a aceptar que ningún actor político o grupo social la ponga en peligro.

En su relación con el mundo, Milei intenta presentarse como el líder global de la nueva derecha. Ha sido el primer mandatario extranjero en reunirse con el presidente electo Donald Trump en Mar-a-Lago y tiene una muy buena sintonía con la italiana Giorgia Meloni. A pesar de bastantes diferencias ideológicas, su familia es esa, la que algunos denominan “La Internacional Reaccionaria”, a la que también pertenecen Orban o Bukele.

Para 2025 el principal reto será que la economía crezca, se genere empleo y mejore el salario real. En definitiva, que la buena marcha de la macroeconomía se traslade a la microeconomía de los castigados bolsillos argentinos.

Para ello se apunta a tres sectores principales: el agropecuario, motor histórico de Argentina, la energía con el petróleo y el gas de Vaca Muerta, un auténtico maná, y la minería con el cobre y el litio del norte argentino.

Para hacer posibles esos objetivos será necesaria la eliminación del cepo, el control de capitales, a lo que el gobierno se ha comprometido para el año próximo, sin determinar aún la fecha. 

Es mucho lo conseguido por Milei hasta ahora. Como muchos son los retos que tiene por delante. Veremos lo que depara el 2025 para su gestión y para Argentina, en un año en el que Trump hará su rentrée como líder de Estados Unidos.

Seguiremos de cerca la evolución del país austral, y lo compartiremos en estas páginas.

¡Como siempre, gracias por leer!