Locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes, según decía Aristóteles, pero frente al continuismo que representa el peronista Sergio Massa, el “loco” Milei podría ser la opción más cuerda para cambiar la inercia de inflación y estancamiento económico en la que está envuelta Argentina desde hace una década por lo menos.
El domingo los argentinos deben elegir entre Guatemala o Guatepeor, pero un cambio de rumbo podría ser la opción menos mala para encarar los próximos cuatro años.
En este artículo explico algunas claves de la elección presidencial en el país austral, que dio tres premios Nobel en ciencias, fue durante décadas unos de los países más ricos del mundo y hoy tiene un 40% de pobres y un 10% de indigentes.
Buena lectura.
El fútbol es pasión en Argentina, y el Mundial, su máximo exponente. En el país de los Campeones del Mundo, la manera de elegir al presidente del país se parece en cierta medida a las diferentes fases de una Copa del Mundo.
Primero se celebran las PASO, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, en las que cada partido o coalición presenta diferentes candidatos, y el más votado de cada una de ellas pasa a las elecciones generales, siempre que haya obtenido como mínimo el 1,5% de los votos totales.
Después se celebra la primera vuelta, en la que para ser investido presidente un candidato necesita obtener más del 45% de los votos o más del 40% con una diferencia mayor al 10% respecto del candidato que quede segundo.
Si ningún candidato lo consigue, los dos más votados pasan a la segunda vuelta o ballotage, una especie de final.
Este es el ciclo electoral en el que están inmersos los argentinos desde las PASO del 13 de agosto, hace ya tres meses.
La final por fin ha llegado y el próximo domingo 19 de noviembre se medirán Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, partido de reciente creación y tendencia liberal-libertaria, y Sergio Massa, de Unión por la Patria, la marca electoral del peronismo.
Massa es el actual ministro de Economía, en un país con un 140% de inflación anual, un Banco Central con reservas negativas y los índices de pobreza e indigencia en aumento. En ese contexto, ganó la primera vuelta de las elecciones con el 37% de los votos. Toda una proeza o un despropósito, según cómo se mire. En cualquier caso, fue el peor registro histórico del peronismo, pero le sirvió para pasar a la segunda vuelta y tener posibilidades de revalidar la presidencia del país.
Javier Milei, por su parte, es un personaje que se hizo famoso por sus apariciones como tertuliano en televisión, de formas histriónicas y de dudosa estabilidad emocional, y que dio la sorpresa al quedar primero en las PASO y pasar al balotaje en las generales del 22 de octubre.
Si bien proponía medidas radicales, de dudosa legalidad, o francamente aberrantes, ha moderado su discurso para atraer a los votantes de Juntos por el Cambio, la coalición que conforman el derechista PRO de Mauricio Macri, la socialdemócrata Unión Cívica Radical y otros partidos, que hasta hace poco más de un año parecía que tenía la elección ganada, pero que por peleas internas se difuminó frente al electorado, quien la acabó castigando con el tercer puesto en la primera vuelta.
El 24% que cosechó su candidata Patricia Bullrich, no obstante, es clave para el balotaje, y a ese público se dirige ahora Milei para poder ganar el domingo.
Muchos argentinos están todavía en estado de shock frente a la disyuntiva que tienen ante sí: elegir entre el ministro de Economía de la cuasi hiperinflación o un ultraliberal que propone, o proponía, la dolarización de la economía, el cierre del banco central, la privatización de la educación o la salud, o la creación de un mercado de compra venta de órganos y la libre portación de armas.
Si el domingo tuviera que votar, mi primera elección sería el voto en blanco.
Difícil seria apoyar a un Sergio Massa que fue anti-kirchnerista, luego se alió con Cristina Fernández y hoy no se hace cargo de la elevada inflación cuando es él quien dirige la economía del país; o a un Javier Milei que es admirador de Trump, amigo de VOX, y que posee una escasa preparación política y ninguna experiencia de gobierno.
Sin embargo, el voto en blanco, opción del todo legítima y defendible ante una situación así, en el fondo supone delegar en los demás la decisión de quien va a regir los destinos de tu país en los próximos cuatro años.
La nueva composición del Congreso argentino a partir del próximo 10 de diciembre, cuando deba asumir el nuevo presidente, deja al partido de Milei en franca minoría tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. Por lo tanto, en caso de ganar y ser presidente deberá pactar con otras fuerzas políticas – a priori con Juntos por el Cambio – para poder aprobar el presupuesto y las nuevas leyes que sean necesarias para gobernar y transformar el estado de cosas actual.
No podrá, por tanto – salvo que se salte a la torera el marco constitucional vigente, opción a priori bastante improbable – ni eliminar el peso, ni aprobar la libre portación de armas, ni eliminar la educación pública o, en definitiva, destruir al Estado como sería su propósito si de verdad se creyera el mantra libertario que dice defender.
Una coalición entre La Libertad Avanza y otros partidos no kirchneristas, por tanto, podría ser la mejor alternativa para enderezar el rumbo que lleva Argentina desde hace ya demasiados años.
Si se quiere revertir la actual situación social y económica del país, ante las dos opciones que hay en juego tal vez la más idónea sea la que preconiza el cambio, sabiendo que éste ya no será una ruptura radical, sino un cambio factible y posible que convierta a Argentina en un país mínimamente serio y predecible. Un cambio que estabilice la economía y mejore los niveles de bienestar de la población y los índices de seguridad ciudadana.
Sinceramente no me gusta Milei. Ni sus formas, ni su fondo.
Tampoco me gusta Massa, aunque si escucháramos sus discursos sin saber que es él quien habla, su música nos sonaría tan bien como la de cualquier dirigente socialdemócrata sensato de Europa. Lo que pasa es que su background le juega ciertamente en contra.
Si bien no es puramente kirchnerista, y se define como un político promercado y prooccidental, con buenos contactos en los círculos políticos de los Estados Unidos, no está claro cuánto se alejaría del modelo K que ha gobernado Argentina los últimos cuatro años y dieciséis en total en las últimas dos décadas. Parece que tiene intención de hacerlo, pero ya en el pasado dijo cosas que luego no cumplió, y ha participado activamente del actual gobierno.
La decisión que tienen ante sí los argentinos para el próximo domingo es ciertamente una de las peores que se hubieran podido imaginar hace solo unos meses. Pero es el resultado de lo que han votado en las dos jornadas electorales anteriores, en agosto y en octubre.
Por suerte el domingo no voto. Tener que votar en blanco sería ciertamente una decepción. Pero meter la boleta de Massa o Milei sería un ejercicio aún menos ilusionante.
No me gusta Milei. Tampoco me gusta Massa. Pero si tiene que haber un ganador, y como en toda final ciertamente lo habrá – aunque sea por penales – entonces que gane Milei.